La Dama de Hielo

La Presidenta parece asignar suma importancia a la imagen que las personas reciben de ella, pareciera que cada aparición pública es una mirada al espejo preguntando: no es cierto que soy la más bonita y poderosa de este reino?. Lo demuestra en todos los discursos que da y en la última conferencia de prensa, lo demuestra al dedicarse a su aspecto, su postura, sus gestos, su maquillaje, su peinado además de la calidad y forma de componer su indumentaria y alhajas. Refuerza esta teoría, la postura de mostrar dominio absoluto sobre el tema a tratar y pareciera que su mirada destella sobervia y altaneria, ostenta decisión mediante una expresión y tono de voz autorizada, exhibe pocas dudas y si es posible, se dirige a los oyentes como quien le explica a un alumno en forma indulgente y pedagógica. Dando cátedra magistral, pontificando. Esta actitud suficiente y distante parece satisfacerla, parece gozar y disifrutar de su posición superior a los demàs pese a que produce en los otros un malestar creciente, rechazo e irritación. A semejanza de Margaret Thatcher (La dama de Hierro), la Presidenta quizás necesite enemigos a los cuales batir aunque no existan. Estas guerras le ofrecen una oportunidad para quedar ante la sociedad como triunfante sin considerar el costo y el desgaste que produce. La sociedad necesita estadistas que logren concertar los intereses y las necesidades de todos en paz y no de guerreros con triunfos sin sentido. Hay que pensar en las próximas generaciones y menos en el espejo. Lo único que necesitamos es una presidenta más humana, no tan fría, más conciliadora, más sincera, un Dama pero no de Hielo.